A los rizos dorados,
a la boca de fresa,
a una constelación de pecas,
a las mentiras ocultas,
a las verdades sinceras,
a mi ninfa dormida,
al amor escondido,
a la huella imborrable,
al deseo dormido,
a mi sol de invierno,
a mi lluvia de primavera,
a la chispa constante,
a la fiesta eterna,
al abrazo perenne,
a los sueños contigo,
a los besos intensos,
a las miradas que gritan,
a los susurros que escuchas,
a las cartas que escribo,
a las que leíste y las que aun no lees,
a las lagrimas rotas que se olvidan,
a mi cabeza en tu hombro,
al nido de tu ombligo,
al frescor de tu aliento,
a los amaneceres contigo,
a nuestros viajes imaginarios,
al sudor que se seca entre tu cuerpo y el mio,
a tu destino que no es el mio,
a mi destino opuesto al tuyo,
a mis días sin ti y al frío nocturno,
pero muy especialmente
al espectacular guiño que me regalas entre la multitud a través de los cristales.
Dedicado a la cruel condena de vivir sin tu cuerpo,
¿será real cuando siento que tu alma a ratos está conmigo?...
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