Jueves en la noche, técnicamente viernes.
Otra vez algo inexplicable del trabajo me obliga a permanecer despierta, ya pasa la media noche. Posiblemente amaneceré coqueteando con el alba, silbando junto a la ventana y hablándole a la soledad. Pienso en el tiempo que he perdido y el tiempo que quizás esté perdiendo mientras escribo esto, pienso en que los amigos callan, y que uno a uno se va perdiendo en las sombras de la noche mientras yo me encorvo hacia las luces. Cada quien se ensordece con su propio argumento, muchos gritan sin esperanza y la necesidad de Dios aumenta en todos lados. ¿Dónde está Dios? Está a mi lado. ¿Puedo sentirlo? Creo que un poco. ¿Qué me espera mañana? Indudablemente un trazo de culpabilidad. Pero siempre me quedará mi café de media noche y ahogaré mis penas y culpas en la taza de la gracia. Llegué a la conclusión, hace unos meses atrás, de que la incertidumbre era la sensación más presente en los últimos tiempos de mi vida, sin embargo confieso que ahora me envuelve una confianza regia. ¿Es posible tener incertidumbre y al mismo tiempo confianza? Aparentemente Sí. Algo en mi interior me grita ¡CONFÍA! Esa es la otra sensación más presente en estos últimos días. Me abruma un sentimiento de tranquilidad y no lo sé manejar, no soy capaz de manejarlo porque estoy llena de emociones y todas mis interrogantes son sólo el reflejo de que tengo muchas dudas. Al final, todos tenemos dudas, incógnitas e infelicidad, unos demuestran su infelicidad con llanto, otros encubren su miseria con sonrisas, sin embargo he descubierto que a Dios le gusta la sinceridad. A Dios lo mueve un corazón honesto y recto. Sorbo a sorbo tomo mi café de media noche, cada sorbo me lleva a reflexionar, cada sorbo me recuerda que estoy viva, cada uno de ellos aumenta mi preocupación porque no he trabajado nada y es muy tarde. Pero Dios es tan real como lo es mi incertidumbre y mi confianza es tan real como lo es Dios. Último sorbo...
Como cambia la realidad, como cambia mi realidad, como cambias tu realidad junto mi.