
viendo tu alma alimentarse de otras bocas
y estremecerse con mis nuevas y mejores agonías;
hurgando en los bolsillos de tu historia,
mientras finjo con los dedos que no lo volveré a hacer.
Así es como me evito -y me invito a-
involucrarme en esas ganas de morir entre tus sienes,
en mi sangre que nos bebe su condena,
en esa fuerza que me arranca de las sábanas
para sacudir mis certezas cada vez que me hablas
y en mí pretendes celebrar.
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