Inminente cruel destino,
marca el paso de los trazos de una vida que no olvida;
en los ires y venires de esta ida,
marca un sino con destellos de agonía,
a quien le importa si se va o no regresa,
sin en la huida deja máscaras, espejos y promesas.
Soy tuya, eres mía...
no hay mayor promesa que dos almas fecundas en la vida,
dos almas que vistieron de alegría
hasta una gélida morada sombría.
Inminente es la muerte que camina,
eminente la promesa que termina,
prominente la palabra quebrantada,
de imborrables caricias la piel marcada,
que trasnocha el amor de cada día,
vibra el deseo y las ganas de vida,
que muere con la entrepierna mojada.
Aquí naces y aquí mueres,
en mis brazos cada día,
en mis sueños y en mi cama,
en mi almohada el anhelo de dos rosas castañas,
que despiertan y me miran.
Soy tuya y eres mía.
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