
se sacan de la ausencia,
se seleccionan dentro de soledades.
Es posible guardarlas
en amplias bóvedas
colmadas de recuerdos,
ofrecerlas al aire
y llenar utopías
con mil variados ritmos.
Luego nacen y lloran
el tiempo alimenta sus hambres;
crecen, y cuando nada dicen
solas se alejan y nadie sabe de su existencia.
Así, como sol por la noche,
olvidadas,
el sudor del cuerpo las pronuncia
con cálidos suspiros
mientras bocas devoran silencios
de añoranzas y olvidos.
En los senos de ella
se aferran a las manos de su amor;
y duermen cansadas,
satisfechas de huir sin haberse ido.
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