
Un día fui una loca que creyó encontrar el amor rosa, de esos de edición limitada y guardo su risa debajo de las piedras de su jardín soñado, en su andar lleno su cartera de amarillentos recuerdos, de ideales recolectados en las aceras nocturnas y desvencijados papeles con poemas a medio escribir. Coqueteaba con la luna, regalaba ojos de ensueño, escondía en madrigueras los anhelos y tristezas, se tragaba el mundo entero de una sola bocanada y podía dormir de pie porque se creía un árbol de duraznos, porque para soñar no hace falta cerrar los ojos.
Un día, la loca perdió el mapa que guardaba celosamente, el mismo que señalaba el camino a seguir, el de sus sueños, el del amor. El amor se convirtió en un intrincado laberinto del que jamás podría salir.
Un día además de loca estaba perdida en su propio laberinto, leyó sus poemas viejos a medio escribir sintio el sol salir a su derecha, El norte estaba justo frente a su rostro se armó de valor la loca y en vez de seguir caminando en círculos decidió saltar los muros persiguiendo su norte.
La loca seguía loca, ahora además de loca también era triste; abandonó el amor rosa que se había inventado para darle sentido a su locura, acomodó en su cartera con mucho cuidado el pedacito de corazón que aun latía sin un ritmo definido y siguió saltando muros con rumbo norte, un caminar lento le llevará a un lugar seguro donde no exista ningún amor posible.
1 comentario:
Alguna vez todas hemos sido un poco locas...sin embargo, los grandes amores siempre son irregulares, nos procuran tanta dicha como amargura...yo prefiero que me alcanzen. Bonito escrito, un saludo
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