Si es como comerse un durazno a solas, cuando siempre los compartiste mordisquito a mordisquito, siempre, aunque no quisieras, debiste ceder el último bocado, aunque tuvieras que sacarlo de tu boca empapado de tu saliba...
Esta vez me lo comía a solas y era todo para mi... Se hizo demasiado grande pero lo engullí hasta saborear el último bocado...Y me eche panza arriba sobre el pasto húmedo y frío aún por la reciente lluvia y entonces vi pasar las nubes lentamente. Vi llenarse todo de neblina y a los pocos minutos dispersarse completamente para dejar pasar la calidez del sol, la escena se repitió al menos una docena de veces y yo estaba allí, tan cerquita del cielo, tan dueña de mi, de mi tiempo y de mi espacio.
Me invadió el sopor de un profundo sueño miré a mi alrededor y no estaba sola, estaba conmigo y jugueteamos a un soñar despiertas, vi a través de mis ojos el asomo de la tristeza que se instaló en esa lejana mirada plagada de tiempos conjugados en pasado, entonces decidí inyectar un poco de ese verde murmurante y burlón que hacía mofa de su libertad, su fragancia, su frescura y su esbeltez.
El verde me hizo suya y su frío aliento beso mi rostro, arrogante rasgó mis vestiduras para saciarse de mi piel mis brazos inertes se entregaban al desafío de tocar el cielo, estaba yo conmigo y volvió el silencio invadido por el murmullo de mis ramas, estaba yo conmigo y yo era árbol, era un verde, fresco y fragante... árbol después de copular indecentemente con la naturaleza.
Caminé lentamente de regreso a la realidad y me deje allí en la cima de la montaña... el viento arrancará cada hoja que intente secarse sobre mis ramas hasta que haya limpiado totalmente los recuerdos de que algún día fui mujer y tuve piel.
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