
Otro amanecer, otra salida del sol, la cotidianidad invasiva marca a cada segundo cada paso dado, exactamente los mismos pasos de ayer; apagar el despertador, 10 minutos más de modorra bajo las cálidas sábanas, vuelve a sonar y con movimientos lentos las aparto; una ducha fresca, logro despertar en medio de la ducha, los mismos recuerdos, la misma entrega...
El desayuno puede postergarse, hoy no tengo ganas...Los mismos escenarios pero con colores distintos.
Llego a mi lugar de trabajo, tomo un café antes de entrar al edificio, osbervo a los jardineros con sus rastrillos arañando la grama tratando de borrar la evidencias de mis otoños imaginarios, borrando de la tierra seca las incontables huellas que a diario dejo en ese jardín donde he juntado mis mañanas con mis tardes, donde los árboles me han susurrado historias ajenas, repletas de entragas subyugadas, lágrimas derramadas, sonrisas compartidas; en cada rostro una historia, en cada historia una entrega, en cada entrega, relojes que no paran su cuenta y marcan los pasos que han de venir...
Es inevitable despertar cada mañana con la premisa de que una nueva historia esta por comenzar porque el reloj no detiene su marcha.
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