
tus palabras horadantes
se me incrustaron
debajo del alma
como astillas.
Ese día
el paisaje de la nada
empezó a colarse
por las constantes
ventanillas de mis ojos.
Ese día
mi propio corazón
se declaró lejano
territorio extranjero.
Ese día
el dolor me arrasó
con tal intensidad
que creí que
la piel me faltaba.
Ese día
me regalaste
la irrefutable imagen
que aún hoy
tengo del infierno.
del "tu y yo no somos nada"
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