
y entonces sucede:
me miras como si me descubrieras,
como si la vida fluyese desde mi,
con la piel recién nacida,
y todo tu mundo fuese mi aliento.
Me miras,
y soy el abierto santuario
que habitan tus ojos imposibles.
Tu mirada invita,
y en mi cuerpo flamante gestan las huellas del apremio;.
Tu presencia logra transmutar el lecho
manos se vuelven hiedras,
cuerpos son afluentes
ahogan insomnios entre sábanas,
que seas luz y sólo luz
hervor de piel entre mis labios.
Amanece.
me marcho y sin coartada,
te quedas en mi, en mis pupilas,
mientras las horas pasan
fenecen pájaros negros
y me guardo tu eterno saboren el bolsillo.
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