Corazón nómada

Vistos desde detrás del cristal mientras avanzo, el asfalto se ve muy gris, el cielo muy azul, el camino demasiado largo y los espacios laterales demasiado vacíos, pero todo ello a su vez conforma un paisaje distinto, nuevo, inquietante, que parece gritar mi nombre invitándome a continuar a traspasar la frontera del miedo y de lo conocido y me incita a preguntarme continuamente que habrá más allá.
Es hermoso tener forjado el sentido de identidad, de pertenencia, formar parte de algo, de alguien, de un lugar, de un destino, eso implica una cierta tranquilidad, nos ofrece seguridad. La rutina, nos permite movernos con comodidad, pero también es cierto que nos limita considerablemente.
Si nos quedamos quietos en el mismo punto, podremos enquistarnos en el paisaje, igual que se enquistan los sentimientos que no se expresan. Pero si optamos por convertirnos en nómadas, nuestra vida puede llenarse de incertidumbre, a no ser que decidamos confiar en la vida o que una brújula forme parte de nuestro equipaje para entonces ligero.
Dicen que la vida es como un viaje, de nosotros depende mirar siempre el mismo paisaje o ir descubriendo nuevos parajes, disfrutarlo o sufrirlo, ser nuestros propios guías o dejarnos llevar y en definitiva sacar el máximo rendimiento a esa maravillosa oportunidad que es la vida.