A los amores prohibidos, a los no convencionales, a los amores que se vuelven murmullos entre los que se creen perfectos... a los amores que no conocen fronteras, a los que se les opone el mundo y a los que no admiten un no por respuesta...
A todos ellos les invito a explorar los rincones de mi baúl...

6 dic 2007

realidad o imaginación? cuento callejero del break

La realidad es alguien!



Si trabajaras a dos cuadras de la playa podrías ir en el break a tomar un refresco a tu lugar favorito. Un refreso, treinta minutos, y cinco mil bolívares. O sea, un dólares, algo más de un euros. bolívares, euros, dólares, un refresco es un refresco y ahí está, te lo acaban de servir. Claro, un refresco, pero con este sol y con este mar. Y trajiste para leer algo que imprimiste de algún lugar de Internet porque te interesó el título, que pronostica el fin de la era de la fantasía y el advenimiento (la llegada, el arribo) de la realidad. Digamos el advenimiento, para no tener que imaginar desde dónde llega o quién la envía. Lo importante, según lees, es que la realidad se va a presentar. Y de una forma sólida, para que te tropieces, o para que te golpees. O por lo menos para que te desconciertes.

Porque los que se escapan del trabajo a tomarse un refresco a las seis y media de la tarde, con este sol a punto de irse, der tragado por este mar, deben aprender dolorosamente qué es la realidad. Pero el mar y la playa que ves desde la terraza de tu lugar favorito te distraen de la lectura de las hojas impresas, donde la realidad viene tropezando con escalones anárquicos y disparejos. Los obstáculos, las prohibiciones, zonas oscuras que llevan a buscar divisiones, el pensamiento barrado imposible de leer, nada nuevo. La única novedad que ves hoy desde tu puesto de observación, porque estás en tu lugar preferido, en la mesa de adelante, debajo de la sombrilla, es que unos niños en la avenida de la costa se dedican a limpiar los parabrisas de los autos que paran en el semáforo. Pequeños emprendedores propietarios de sus elementos de trabajo: un tobo, un trapo, el secador y una botella de agua con detergente. Aparecen entre los autos y amagan tirar agua con la botella para ver qué hace el que maneja; si duda, apoyan el trapo en el vidrio y se apuran a limpiar; si protesta, insisten, pero si te lo dejo brillante como una joya… Se repiten algunas escenas, pero ya saben de antemano las actitudes que puede tomar el conductor y cada pequeña pelea es una actuación que termina cuando cambia el semáforo y cuentan las monedas sentados en la acera. Te entretiene mirarlos cada vez que el semáforo se pone en rojo, y cuando los autos circulan te llama la atención lo que a tu alrededor resplandece bajo el poco sol que queda. Pero todo brilla tanto que de a ratos tu mirada se pierde en la playa, más lejos enfrente. Los que tienen tiempo para ver una linda puesta de sol se distinguen apenas y parecen puntos y rayas desparramados en la arena, signos sobre el territorio inmenso que ocupan brevemente, como las letras impresas en las hojas que no terminaste de leer (esto debería remarcarlo o escribirlo en primera persona, si buscara tu apoyo o un vínculo que suspenda en el aire).

Cuando pasa tu media hora te cuesta decidirte a bajar los escalones y cruzar la avenida. Te queda tiempo para detenerte a mirar el mar desde el lugar donde están los niños callejeros. Apenas te ven, te piden un cigarrillo, dinero, comida. Les das. …Las cosas se presentan de distinta forma según los escalones que subas o que bajes. Desde el bulevar vas mirando el mar, la gente en la playa, las olas y todo te parece algo vivo que quiere acompañarte hasta tu trabajo.

pero debes volver sin terminar de leer...
Si yo trabajara a dos cuadras de la playa...

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