
salada y fuerte,
empezar por tus brazos hermosos como ramas de ceibo,
seguir por esos pechos con el que sueñan mis sueños
esos pechos-hurgando la ternura,
esos pecho que suena a tambores y vida continuada.
Quedarme allí un rato largo perdiendo mis manos bajo tu piel desnuda
seguir después hacia tu ombligo,
hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,
irte besando, mordiendo, hasta llegar allí a ese lugarcito-apretado y secreto-que se alegra ante mi presencia que se abre a recibirme
y vienes a mí con tu rosada humedad de hembra enardecida.
Bajar luego a tus piernas firmes como tus convicciones guerrilleras,
esas piernas donde tu estatura se asienta con las que vienes a mí con las que me sostienes,
las que enredas en la noche entre las mías blandas y femeninas.
Besar tus pies, amor, que tanto tienen aun que recorrer sin mí y volver a escalarte hasta apretar tu boca con la mía, hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento
hasta que entres en mí con la fuerza de la marea y me invadas con tu ir y venir de mar furioso y quedemos las dos tendidas y sudadas en la arena de las sábanas
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